lunes, 27 de junio de 2016

Hasta pronto

Debería estar pidiéndote que no te vayas. Debería estar rogando porque sea una decisión en caliente. Debería contarte la tristeza de mi hijo de 5 años, después de una nueva final perdida para que entiendas  que no estás solo, que hay miles, millones acompañándote.

Pero no puedo pedirte más nada. No puedo pedirte que sigas soportando a los boludos. No te puedo pedir que los entiendas. Esta puta costumbre Argentina de defenestrar a nuestros ídolos se vuelve insoportable.

Desde hace 20 años este país te viene dando la espalda y vos seguís ahí (o seguías). Desde hace 10 años esperan verte derrotado para saltarte a la yugular y saciar con tu sangre su pelotudes más importante.



Se vuelven críticos de la vida de otros, sin analizar la propia. Hablan de fracaso cuando en su puta vida intentaron algo. Lo más irónico de todo es que después son los primeros en alabar sin medida. Son los primeros en subirse al caballito de la victoria porque en definitiva somos un país hipócrita. No tienen ni idea que en casi 60 años apenas se ganaron 2 copas américas en 8 finales jugadas. Tienen una vaga idea sobre la participación en los mundiales y a pesar de haber tenido conciencia pocos recuerdan que Maradona apenas toco una pelota en aquella final de México 86´.

Hablan porque es gratis y está bien, porque así debe ser la libertad. Y porque así es la libertad y de esto se trata te digo gracias y adiós porque vos también sos libre, libre de decir “basta, hasta acá llegue”.  


Va a haber millones acompañándote si cambias de parecer. Los mismos millones que ayer  estuvieron tan tristes como vos. Los mismos millones que aun hoy no pueden entender como no se dio ese 13 de julio. Pero como dije antes no me atrevo a pedirte más nada. Hay una sola razón que me lleva a rogarte, a pedirte que no los escuches, pero sé que esa razón que ayer se acostó triste va a sanar, porque en definitiva esto es fútbol y si bien tiene mucho que ver con la vida del hombre, el fútbol
da revancha.

martes, 15 de julio de 2014

Dos verdades irrefutables


No pasaron 24 horas de una derrota de esas que duelen, de esas que dejan heridas sin cerrar y que alimentan la sed de revancha. Ni 24 horas pasaron que ya buscamos él culpable. Algunos recaen en Sabella, otros en el árbitro y ese bendito penal no cobrado y algunos como buenos argentinos empiezan a discutir lo indiscutible.
A mi gusto y parecer hay dos cosas imposibles de discutir. Una es una verdad irrefutable que los periodistas han sobredimensionado en este mundial por los resultados, pero que desde hace varios años y varios mundiales es imposible negar. Esa verdad tiene nombre y apellido y un estilo de juego cada vez que el juez de un partido de futbol da el pitido inicial y Javier Mascherano y su corazón estén en cancha. Ese temple, esa constancia, esa entrega. Un tipo que dejó la vida con cada camiseta que vistió. Mascherano no es solo este Mascherano de impecable mundial; es el pibe de River, el argentino ídolo en Brasil, el que Guardiola hizo jugar de libero y él que dejo todo cada vez que se puso la camiseta de Argentina. Mascherano siempre rindió.
Esta verdad es indiscutible y por eso nadie la discute. El periodismo la sobredimensiona por la simple necesidad de cubrir sus injustificables agravios, cuando los resultados no fueron favorables, al corazón de un tipo al que nunca le falto entrega.
La segunda verdad es irrefutable para mí, pero en otro país sería irrefutable para todos. Esa verdad también tiene nombre y apellido y un estilo de juego. Quizás un estilo de juego mucho menos pasional a la vista del espectador. Quizás menos eufórico. Quizás un estilo de juego que tiene mucho más que ver con el futbol. Y cuando hablo de futbol no hablo solo del deporte. Cuando digo futbol digo con la pelota. Porque el futbol se juega con una pelota. Porque uno puede dejar el corazón en cada partido. Uno puede ir a trabar con alma y vida. Uno puede correr con el corazón en la mano 20 metros a un tipo vestido de naranja para impedirle dejarnos derrotados. Pero todo eso tiene que ver más con la voluntad que con la pelota. Y el futbol en definitiva es un juego, un deporte, que se juega con una pelota.
A un ser tan pasional como el argentino yo no me atrevo ni siquiera a pedirle que no se emocione con Mascherano. Yo mismo me emociono con Mascherano. ¿Cómo no emocionarme? ¿Cómo no agradecerle? Ingrato de mi parte seria no reconocerle haber dejado el corazón en cada segundo de este mundial y de los 2 que había jugado anteriormente. Ingrato sería de mi parte creer que Mascherano puede haber muchos. Sería una injuria de parte mía hacia un tipo que admiro profundamente y que sus lágrimas mundial tras mundial han desatado en mí una tristeza profunda.
Pero para mí y simplemente para mí y sin menospreciar su labor en un partido de futbol, Mascherano es un árbol. Mascherano no me tapa el bosque. Porque aunque no me haya dado la capacidad futbolística ni para ser un Mascherano, para mí el futbol es Messi. Es su capacidad de volverse más chiquito de lo que realmente es e inmiscuirse entre dos defensores con la bola mansita al pie. Es ese pique despatarrado a toda velocidad acariciando la pelota con su pie izquierdo casi dormida a su merced. Es esa pegada mitad amable y mitad violenta que manda a la pelota girando sobre su propio eje hasta enredarse en el fondo del arco. Messi, Lionel Messi, La Pulga, Leo, Lío, es mi segunda verdad irrefutable.
Y es mía, y aunque sé que de muchos otros también, no me atrevo hablar por ellos. Hablo por mí en nombre de él y en contra de sus detractores. En realidad no en contra, si no con la intención de entenderlos. De comprender su impiedad  luego de cada derrota. De adivinar el porqué de cierto rencor ante quien el mundo reconoce como el mejor y que nosotros, a pesar de saberlo nuestro, profanamos su nombre tras el primer resultado adverso.
Esto no es nuevo. No es una posición adoptada por algunos post Mundial Brasil 2014. Es algo que se percibe en el aire en cada aparición de la Selección Argentina. Es un murmullo constante que casi en el único momento en que no se escucho fue durante la primera ronda de esta competencia que acaba de finalizar.
En un primer momento fue a través de la comparación con Maradona y una crítica casi imperceptible a su carácter: “no tiene el fuego sagrado del Diego”. Luego, los medios argentinos viralizaron la critica a través de una justificación futbolística: “No rinde lo que rinde en el Barcelona”. Después juzgamos sus sentimientos: “Si no quiere venir que no venga más. No siente la camiseta del seleccionado”. Con la llegada de Sabella se logró apaciguar el clima hostil pero no ceso el murmullo. Los detractores naturales y los oportunistas de las derrotas se agazaparon a la espera del momento justo para abalanzarse nuevamente sobre el astro.
El momento justo fue la derrota contra Alemania en la final y los cuatro partidos sin convertir goles luego de un arranque goleador en la fase de grupos del mundial. En el preciso instante en que el árbitro italiano termino con la esperanza del país, los argentinos 2.0 viralizaron las críticas en las redes sociales. “La próxima juguemos con 11” se leyó en un grupo de whatsapp. “Orgulloso de todos menos del pecho frio” leyeron algunos con los ojos todavía empañados en Facebook. “Háganle una transfusión de sangre” fue uno de los comentarios en la red social del pajarito.  
Y en ese momento, dolido aun por la derrota respire hondo y pedí pureza. Implore que volvamos a tener la pureza de los niños. Pero con el paso de las horas se me hizo imposible seguir tolerando esa irreverencia del argentino derrotista y empecé a intentar entender el porqué. Porque tanta saña, porque tanta critica injustificada, porque tanto empeño en defenestrar a quien podría darse el lujo de evitar este constante ensañamiento eligiendo no participar.
La única respuesta que encontré es simple y recurrente en nuestro ADN. Porque lo hicimos con el Diego de una forma diferente. Porque lo hicimos con cada uno de nuestros ídolos. La respuesta es que la culpa es del dolor. O de nosotros mismos que no podemos tolerar el dolor y creamos una coraza para que no nos afecte. La derrota nos ciega y no nos permite manejar nuestras emociones porque no podemos darnos el lujo de sentirnos tristes. Porque el orgullo se adueña de nuestro corazón y nos lleva a expulsar la bronca contra nuestra principal esperanza. Porque hay muchos que se pueden haber esperanzado con este equipo, con esta selección. Pero estoy seguro de que en realidad y más allá de la esperanza puesta en el equipo, era él quien representaba la esperanza argentina. Él es quien encabezaba la ilusión nuevamente. Es en él en quien depositamos toda nuestra fe para convertirnos nuevamente en los reyes del futbol. Es a él a quien le pedimos siempre un poco más. Pero cuando la derrota aparece… Chau. Nos convertimos en presos de nuestro orgullo y necesitamos traspasar nuestro dolor a otro. Aun con la posibilidad de convertirnos en el eje de las críticas de nuestro entorno que se mofa del dolor y sigue caminando erguido.
Porque en definitiva son ellos, los detractores naturales y los oportunistas de la derrota, quienes más sufren el dolor. Porque son ellos los que con un esfuerzo antinatural, niegan y reniegan de su sentir. Porque son ellos los que convierten la derrota en decepción. Y porque en definitiva son ellos los que se mueren por amarlo pero el miedo a sentir debilidad se los impide.

Por eso, es que lo único que tengo para recomendarles es que disfruten. Que se sienten y lo contemplen. Que no busquen en su rostro la alegría porque no la van a encontrar. Porque su timidez, su bajo perfil le impiden, quizás, esbozar una sonrisa constante. Pero les aseguro que si prestan atención, si lo miran detenidamente encontraran en su destreza futbolística el mayor despliegue de felicidad que un futbolista puede tener. Porque para volverse más chiquito de lo que realmente es e inmiscuirse entre dos defensores con la bola mansita al pie; para llevar a cabo ese pique despatarrado a toda velocidad acariciando la pelota con su pie izquierdo casi dormida a su merced; para tener esa pegada mitad amable y mitad violenta y mandar la pelota girando sobre su propio eje hasta enredarse en el fondo del arco; les aseguro que hace falta ser feliz. Les aseguro que un tipo que no es feliz, un tipo que no siente, por más habilidad que tenga es imposible llevar a cabo semejante destreza futbolística.

lunes, 29 de julio de 2013

LA NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS

Uno de los primeros golpes a las universidades nacionales, luego de la reforma de 1918, donde se perdió no solo su autonomía si no también el material humano que jerarquizaba las facultades de la Argentina y sobre todo la Universidad de Buenos Aires.

A 40 años de esa noche fatídica, Pagina/12 a través de su periodista Javier Lorca nos acercaban los rasgos más siniestros que se vivieron esa noche.
 “Pegaban bien, pegaban con ganas”
  Por Javier Lorca
“Sáquenlos a tiros, si es necesario. ¡Hay que limpiar esta cueva de marxistas!” La orden la pronunció hace cuatro décadas el jefe de la Policía Federal, Mario Fonseca, obedeciendo con rigor vertical el mandato del general Juan Carlos Onganía, apoyado por una extendida aquiescencia social, incluidos vastos sectores universitarios. El objetivo de la “Operación Escarmiento”, minuciosamente cumplido el viernes 29 de julio de 1966, era desalojar las cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que estudiantes y profesores mantenían ocupadas en rechazo a la intervención recién decretada por la dictadura militar. El método aplicado fue la irrupción de la Infantería, con especial saña en Ciencias Exactas y en Filosofía y Letras –las facultades más renovadoras–, primero lanzando gases lacrimógenos y luego descargando bastonazos sin discriminar hombres de mujeres, ni alumnos de docentes, graduados o decanos. En la perspectiva de las posteriores tragedias nacionales, la Noche de los Bastones Largos resultaría un simbólico y sombrío preludio. Para la UBA, marcaría el final de sus años dorados y encarnaría la escena primordial de un mito tan riesgoso como fundado en la realidad, al que Christian Ferrer ha llamado “el relato de un martirologio”: la universidad pública como víctima, lacerada y flagelada por golpes y exilios forzados, por crímenes, persecuciones y desapariciones, por ajustes y privatizaciones.
Un mes después de derrocar al presidente Arturo Illia, Onganía decretaba el cese de la autonomía en las universidades, sedes dilectas del enemigo interno para la Doctrina de la Seguridad Nacional. Había anunciado un plazo de 48 horas para que las autoridades académicas decidieran si se cuadraban o renunciaban, pero no esperó. En la noche del mismo viernes 29 envió a la policía a las facultades de Ciencias Exactas, Filosofía y Letras, Arquitectura, Medicina e Ingeniería, pacíficamente tomadas, al igual que el rectorado de la UBA, donde el rector Hilario Fernández Long se había recluido para manifestar su rechazo.
Cerca de las 22 la Infantería ya rodeaba la Manzana de las Luces, sobre Perú al 200, donde funcionaban Exactas y Arquitectura. Adentro había cientos de personas: alumnos cursando y otros, junto con docentes y autoridades, intentando resistir la intervención militar durante el fin de semana. Habían cerrado puertas y ventanas, habían montado barricadas usando bancos y pupitres. Con los cascos puestos y los bastones preparados, los policías esperaban la orden de actuar. Cuando los vio, el vicedecano de Arquitectura, Carlos Méndez Mosquera, se acercó a uno de los oficiales y le preguntó qué pasaba. “¡Ataquen!”, fue la respuesta, un alarido, prólogo de los gritos y estallidos que seguirían.
A pocos metros de allí, en Exactas, los hechos se replicaban. “¿Cómo se atreve a cometer este atropello? Todavía soy el decano de esta casa de estudios”, increpó Rolando García al uniformado que encabezaba el operativo. Un corpulento subalterno rompió filas e intentó romperle la cabeza con su bastón. Con sangre sobre la cara, el decano se levantó y repitió sus palabras. También se repitió el bastonazo. “Pegaban bien, pegaban con habilidad, pegaban con ganas”, resumiría luego Manuel Sadosky, entonces vicedecano de Exactas.
Sobre la Avenida Independencia al 3000, en la Facultad de Filosofía y Letras, policías armados habían superado el hall e ingresaban al patio y las aulas. Estudiantes y docentes corrían, tratando de esquivar insultos y culatazos. Algunos lograron escapar por las ventanas, muchos más fueron golpeados y detenidos. También era desocupada la Facultad de Ingeniería. Sólo en Medicina no se registraban incidentes.
Disipados los gases lacrimógenos, la Infantería comenzó a arrear a la gente y organizar el desalojo de Exactas. Primero todos contra la pared de un aula, brazos arriba y piernas separadas: “¡Al que apoye las manos en la pared, le reviento los dedos!”. Los lamentos y las súplicas dejaron oíruna falsa orden: “Preparen, apunten...”, simulacro de un fusilamiento que no fue. Después, como es fama, los universitarios fueron ordenados en fila y, camino a los camiones celulares, debieron pasar de a uno por entre dos formaciones de policías, una a tres metros de la otra, mientras sus cuerpos eran sucesivamente molidos a patadas y bastonazos. Por milagro o porque sabían calculadamente lo que hacían, no hubo muertos. Sí muchos heridos y, se estima, más de 500 detenidos. Los profesores, en su mayoría, fueron liberados a la madrugada. “No se nos tomó declaración, no se nos procesó por nada –relató tiempo después Rodolfo Busch, profesor de Exactas–, nunca estuvimos presos, nunca hemos sido apaleados.”
Al otro día, Onganía clausuró todas las universidades por tres semanas. Para el 22 de agosto la intervención había sido instrumentada. Ese día asumía Luis Botet como rector interventor de la UBA. Su proclama: “La autoridad está por encima de la ciencia”. Desde aquel momento, la UBA pasó a ser una institución vigilada, con policías de civil transitando sus pasillos y espiando lo que ocurría en las aulas a través de pequeñas ventanas en las puertas. Con todo, el resultado sería el inverso al deseado por la dictadura militar: la actividad política no haría más que crecer en las facultades.
La renuncia y el exilio de cientos de profesores e investigadores desmantelaron el proyecto de universidad científica que, a contrapelo del modelo profesionalista, había comenzado a gestarse en la UBA desde 1957, tras la recuperación de la autonomía. Un proyecto que había multiplicado el número de profesores con dedicación exclusiva (eran 9 en 1958 y 700 en 1966), había modernizado las estructuras curriculares, renovado el plantel de profesores y abierto nuevas carreras (Sociología, Psicología, Educación, Economía), había creado los departamentos de Extensión y de Orientación Vocacional... Manuel Sadosky había fundado el Instituto del Cálculo, donde puso en funciones la primera computadora del país, en 1961. El sabotaje y posterior destrucción de la célebre y enorme Clementina, ocurrido durante la intervención militar, suele ser recordado como símbolo del saqueo sufrido por la universidad pública. Pero, aunque llevó décadas, hoy existe Clementina II. Otras pérdidas institucionales continúan sin reemplazo, como tantas capacidades potenciales amputadas que nunca pudieron realizarse. Creada en 1958, Eudeba –la editorial de la UBA que gerenció Boris Spivacow– llegó a publicar y distribuir más de 10 millones de libros a precios populares, con enorme éxito comercial y cultural. Hasta julio de 1966.


viernes, 19 de julio de 2013

La observacion de los pajaros


Para los que tus cuentos fueron un acercamiento a la lectura, para los que nos vimos reflejados en tus palabras, tu partida sigue estando muy cerca. Yo te imagino desde algún lugar, observando como un pájaro...

Uno abre la puerta y sale a la calle con un infierno escarbándole las entrañas. Afuera, la siesta del domingo transcurre silenciosa y quieta, como si no pasara nada. Y no pasa nada, hermano, no pasa nada. Si después de todo, es apenas un partido más. Un partido más entre los miles de partidos que han jugado los clásicos equipos rosarinos. ¿O acaso uno piensa o alguien se acuerda de cómo salieron en el primer partido del año 75? ¿O en el segundo? Ni uno mismo lo sabe. Ni se acuerda. Son emociones momentáneas, pasajeras. Intensas pero fugaces. Un dolor profundo, una alegría enceguecedora pero que al día siguiente se va…

martes, 9 de marzo de 2010

La Red


Usted no los distingue, los ve como personas normales y en verdad lo son, sólo que enfrente de la computadora se convierten en los cibernautas...
Son parte de un submundo global al que le llaman "La Red", su lugar preferido dentro de ella son las salas de chat. Se sumergen en ellas con otra identidad, sus personalidades cambian, se muestran diferentes, se liberan y le hacen ver al otro un ser distinto del que realmente son; aunque algunas sacan su identidad a la luz, porque en la vida real les averguenza mostrarla.
Caminan por las calles y son iguales al resto. Pero cuando la noche suspira por primera vez, se sientan delante del teclado y se desconectan del mundo real, para conectarse y quedar atrapados en "La Red", donde logran deshinbirse y ser lo que no pueden mostrar en la oficina, en el colegio, en la facultad o en el lugar donde se encuentren durante la presencia del sol.
En cada uno de los canales hay diferentes clases de cibernautas, cada grupo adopta distintos codigos y signos. Dentro del chat ellos se ubican en la sala que se sientas identificados con el resto. Ahí juegan con el misterio, la intriga del saber con quién están contactados realmente, aunque confían en que el otro es realmente quién dice ser, lo que los intriga es lo que no pueden ver.
Después de leer esto usted intentará identificarlos , mirará a su pareja, hijo u hija, familiar o vecino con total desconfianza. Buscará encontrar en ellos alguna pista que los delate y con la cual usted logre imaginarlos delante de la computadora. No busque en vano, sólo perdera el tiempo. Ellos son iguales a usted, sólo que sacan lo que tienen reprimido u oculto y lo explayan cada vez que golpean las letras de la pc...y son contadas las ocasiones en que suelen dejar una pista sobre su doble personalidad.
Para descubrirlos debera sumergirse en "La Red", aprender sus códigos, sus signos; deberá saber manejar el juego del misterio, cuidandose de no perturbar su lugar de privilegio. Pero tenga cuidado, dentro de ese submundo, puede llegar a encontrar al ser que siempre llevó dentro u nunca se atrevió a sacar...a su verdadero yo.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Ese amigo del alma,,,

Este es un video que hice hace mucho tiempo...las imagenes son de una historieta de Quino, que me parece que refleja muy bien como se manejan las cosas en este pais....la musica se la uni como un juego.

Pero me parece que lo importante que hay que destacar es que en La Argentina para conseguir las cosas, la mayoria de las veces hace falta una mano amiga...esa mano te puede ayudar a conseguir un buen trabajo, aprobar un examen en la facultad, a veces hasta a aprobar una materia (juro que no es mi caso) y a veces a no tener que trabajar e igualmente estar bien posicionado en esta sociedad que depende de esa fuente de corrupcion a la que llamamos dinero.

No estoy pidiendo "una mano amiga para mi", pido que empecemos a valorizar un poco mas a los que con esfuerzo buscan ser un poco mejor, crecer de a poco y sentir que su constante trabajo es valorado, economicamente si es necesario como parece, pero tambien socialmente.

Espero que se entienda la idea...y si no que el video hable por si solo y diga cuales son mis sentimientos en estos momentos...

martes, 13 de octubre de 2009

LITERATURA Y FÚTBOL: DOS JUEGOS.. UNA MISMA PASIÓN

“Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales.

Desconozco cuanto sabe esa gente de la vida.
Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol”[1]

“Del infortunio a la gloria, del éxito al fracaso. Pocos acontecimientos en la vida consiguen, como el fútbol, recorrer de un extremo al otro y en poco menos de dos horas, los sentimientos de una muchedumbre dividida por dos querencias rivales en el terreno de juego. Pasión, odio, fidelidad, desencanto, son elementos viscerales de un deporte, un juego tan aplaudido por la masa como abucheado y despreciado, hasta hace pocos años, por los intelectuales”.[2]
“La literatura futbolera provoca un acercamiento al fútbol a través de la palabra, a la vez que un desplante a la eterna enemistad y desencuentro entre los intelectuales y el deporte rey. <<>>”.[3]
Si hay que identificar a alguien como el fundador de este genero, sin lugar a dudas y tal como lo plantea una eminencia en este tema como es Alejandro Apo, el escritor uruguayo Mario Benedetti es con Puntero Izquierdo el que dio a luz a este nuevo y desconocido genero literario que logro mezclar dos pasiones tan distintas como son el fútbol y la literatura. “Un lugar de encuentro para el músculo y el pensamiento con la intención de que vayan perdiendo la desconfianza que se tienen, un juego, el del fútbol, metido dentro de otro juego, el de la literatura”.[4]
La unión de estas dos pasiones, por medio de los cuentos, puede resultar placentero para dos culturas, la de los futboleros y la de los intelectuales, dentro de una misma sociedad heterogénea. A través de estos cuentos los que tienen el don de tener una pluma en la mano aun cuando esta se encuentra vacía, logran que los que desprecian a la a literatura porque nunca se identificaron con los personajes que esta presenta, aprendan saborear la lectura porque ahí si son ellos los que arman las historias.
Desde hace que el futbol ha tomado posesion de ese lugar de privilegio que ocupa en la Argentina y el mundo, los escritores de habla hispana contemporáneos se han dedicado a retratar las situaciones mas extravagantes, divertidas y tristes que se dan en sociedades puramente futboleras, donde en las cosas mas esenciales de la vida este simple juego de patear una esfera de aire de cuero forrado, es una parte fundamental para las personas que la conforman.
El fútbol es sinónimo de amistad, de enemistad, de pasión, de desencanto, de compromiso, de religión (para muchos argentinos Diego Armando Maradona es mas Dios que el padre de Jesucristo y así lo reflejan a través de la Iglesia Maradoniana), de amor (escribe Eduardo Saccheri en el epígrafe de su cuento Los traidores “Que nadie se haga cargo de esta historia, lo único cierto es ella”)[5]. Es por eso que la pasión por este juego dejo de ser solo de la muchedumbre y paso a serlo también de los intelectuales que se vieron obligados a dejar rastro de los sentimientos que el deporte mas hermoso del mundo generaba en los argentinos y en muchos pueblos del conosur. Benedetti pudo haber sido el primero pero no fue él único. Grandes escritores lo siguieron, desde Borges, “que alguna vez escribió que resultaba increíble que una cultura que se desarrollaba con juegos como el ajedrez, hubiera degenerado en juegos tan vulgares como el fútbol”[6]… hasta Soriano que se encargo de retratar el fútbol del mal dicho interior del país, donde la única semejanza que tiene con el de la capital es que en ambos participan 22 jugadores.

Literatura y fútbol dos vocablos totalmente diferentes que desde el nacimiento del último se convirtieron en enemigos. El primero es sinónimo de cultura, de sabiduría, de clase, de estilo, de elite; el segundo en cambio es sinónimo de violencia, de multitud, de conventillo, de masa.
Desde sus comienzos la clase alta y los intelectuales se encargaron de defenestrarlo, lo ubicaron como al tango y al rock and roll, como un lugar pura y exclusivamente de la plebe. En esos escenarios se encontraban a los descamisados de Perón, a los cabecitas negras, a los sincerebros. Con los años los adinerados le fueron perdiendo el miedo y poco a poco se fueron acercando cada vez más porque encontraron en las plateas sus palcos del teatro, donde no es necesario mezclarse con la chusma. A los intelectuales en cambio le costo un poco mas, para ellos en ese lugar el cerebro no es necesario utilizarlo y eso es algo imperdonable. Pero los deportistas tampoco se quedaron atrás, “dentro de la cancha hacer cuento, como hacer teatro, son malas artes; una prueba mas…del poco aprecio que el fútbol siente por la inteligencia clásica”[7]. El tiempo fue el fiel testigo de su relación, a medida que este avanzaba la desconfianza que uno y otro se tenían fue desapareciendo. Desconfianza que se termino de quebrar cuando los más atrevidos de este grupo selecto tuvieron la misma capacidad que tuvo la sabiduría a la hora de identificarse ante el cancerbero...contando un cuento.

[1] Epígrafe del Libro de Eduardo Sacheri “Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol” Editorial Galerna
[2] Extraído del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano Editorial Extra Alfaguara Pág. 7
[3] Extraído del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano. Editorial Extra Alfaguara Pág. 8
[4] Prologo del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano. Editorial Extra Alfaguara Pág. 13

[5] Epígrafe del cuento “Los Traidores” del Libro “Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol” de Eduardo Sacheri. Editorial Galerna
[6]Prologo del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano. Editorial Extra Alfaguara Pág. 14