martes, 13 de octubre de 2009

LITERATURA Y FÚTBOL: DOS JUEGOS.. UNA MISMA PASIÓN

“Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales.

Desconozco cuanto sabe esa gente de la vida.
Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol”[1]

“Del infortunio a la gloria, del éxito al fracaso. Pocos acontecimientos en la vida consiguen, como el fútbol, recorrer de un extremo al otro y en poco menos de dos horas, los sentimientos de una muchedumbre dividida por dos querencias rivales en el terreno de juego. Pasión, odio, fidelidad, desencanto, son elementos viscerales de un deporte, un juego tan aplaudido por la masa como abucheado y despreciado, hasta hace pocos años, por los intelectuales”.[2]
“La literatura futbolera provoca un acercamiento al fútbol a través de la palabra, a la vez que un desplante a la eterna enemistad y desencuentro entre los intelectuales y el deporte rey. <<>>”.[3]
Si hay que identificar a alguien como el fundador de este genero, sin lugar a dudas y tal como lo plantea una eminencia en este tema como es Alejandro Apo, el escritor uruguayo Mario Benedetti es con Puntero Izquierdo el que dio a luz a este nuevo y desconocido genero literario que logro mezclar dos pasiones tan distintas como son el fútbol y la literatura. “Un lugar de encuentro para el músculo y el pensamiento con la intención de que vayan perdiendo la desconfianza que se tienen, un juego, el del fútbol, metido dentro de otro juego, el de la literatura”.[4]
La unión de estas dos pasiones, por medio de los cuentos, puede resultar placentero para dos culturas, la de los futboleros y la de los intelectuales, dentro de una misma sociedad heterogénea. A través de estos cuentos los que tienen el don de tener una pluma en la mano aun cuando esta se encuentra vacía, logran que los que desprecian a la a literatura porque nunca se identificaron con los personajes que esta presenta, aprendan saborear la lectura porque ahí si son ellos los que arman las historias.
Desde hace que el futbol ha tomado posesion de ese lugar de privilegio que ocupa en la Argentina y el mundo, los escritores de habla hispana contemporáneos se han dedicado a retratar las situaciones mas extravagantes, divertidas y tristes que se dan en sociedades puramente futboleras, donde en las cosas mas esenciales de la vida este simple juego de patear una esfera de aire de cuero forrado, es una parte fundamental para las personas que la conforman.
El fútbol es sinónimo de amistad, de enemistad, de pasión, de desencanto, de compromiso, de religión (para muchos argentinos Diego Armando Maradona es mas Dios que el padre de Jesucristo y así lo reflejan a través de la Iglesia Maradoniana), de amor (escribe Eduardo Saccheri en el epígrafe de su cuento Los traidores “Que nadie se haga cargo de esta historia, lo único cierto es ella”)[5]. Es por eso que la pasión por este juego dejo de ser solo de la muchedumbre y paso a serlo también de los intelectuales que se vieron obligados a dejar rastro de los sentimientos que el deporte mas hermoso del mundo generaba en los argentinos y en muchos pueblos del conosur. Benedetti pudo haber sido el primero pero no fue él único. Grandes escritores lo siguieron, desde Borges, “que alguna vez escribió que resultaba increíble que una cultura que se desarrollaba con juegos como el ajedrez, hubiera degenerado en juegos tan vulgares como el fútbol”[6]… hasta Soriano que se encargo de retratar el fútbol del mal dicho interior del país, donde la única semejanza que tiene con el de la capital es que en ambos participan 22 jugadores.

Literatura y fútbol dos vocablos totalmente diferentes que desde el nacimiento del último se convirtieron en enemigos. El primero es sinónimo de cultura, de sabiduría, de clase, de estilo, de elite; el segundo en cambio es sinónimo de violencia, de multitud, de conventillo, de masa.
Desde sus comienzos la clase alta y los intelectuales se encargaron de defenestrarlo, lo ubicaron como al tango y al rock and roll, como un lugar pura y exclusivamente de la plebe. En esos escenarios se encontraban a los descamisados de Perón, a los cabecitas negras, a los sincerebros. Con los años los adinerados le fueron perdiendo el miedo y poco a poco se fueron acercando cada vez más porque encontraron en las plateas sus palcos del teatro, donde no es necesario mezclarse con la chusma. A los intelectuales en cambio le costo un poco mas, para ellos en ese lugar el cerebro no es necesario utilizarlo y eso es algo imperdonable. Pero los deportistas tampoco se quedaron atrás, “dentro de la cancha hacer cuento, como hacer teatro, son malas artes; una prueba mas…del poco aprecio que el fútbol siente por la inteligencia clásica”[7]. El tiempo fue el fiel testigo de su relación, a medida que este avanzaba la desconfianza que uno y otro se tenían fue desapareciendo. Desconfianza que se termino de quebrar cuando los más atrevidos de este grupo selecto tuvieron la misma capacidad que tuvo la sabiduría a la hora de identificarse ante el cancerbero...contando un cuento.

[1] Epígrafe del Libro de Eduardo Sacheri “Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol” Editorial Galerna
[2] Extraído del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano Editorial Extra Alfaguara Pág. 7
[3] Extraído del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano. Editorial Extra Alfaguara Pág. 8
[4] Prologo del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano. Editorial Extra Alfaguara Pág. 13

[5] Epígrafe del cuento “Los Traidores” del Libro “Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol” de Eduardo Sacheri. Editorial Galerna
[6]Prologo del libro “Cuentos de Fútbol” prólogo y selección de Jorge Valdano. Editorial Extra Alfaguara Pág. 14

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